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Ciencia y Religión: ¿Enemigos o Aliados?

Ciencia y Religión: ¿Enemigos o Aliados?

Quien quiera comprender esta pregunta necesita reconciliar ciencia y religión para no aferrarse a dogmas, tener autonomía interna y utilizar la comprensión racional para la búsqueda de algún tipo de discernimiento en el campo religioso.

Texto: Colaboradores Logon, País: Brasil, Imagen: Pixabay CCO

La relación entre ciencia y religión ya no es amistosa. En la Edad Media, el dominio de la religión sobre la ciencia trajo oscurantismo y regresión. Sin embargo, el florecimiento científico ha sacudido los cimientos de las religiones, derribando creencias y dogmas.

La ciencia ha destruido, poco a poco, figuras y dioses mitológicos, a menudo creados con el propósito de llenar los vacíos dejados por la ignorancia humana ante los fenómenos de la naturaleza.

Nuestras facultades mentales se han desarrollado sustancialmente desde el tiempo de nuestros antepasados primitivos. Mientras que, en el pasado, los cambios climáticos eran explicados de manera razonable a través de los mitos, hoy en día están ubicados en los conceptos de conocimiento general, como átomos y campos de vibración. Este desarrollo del estado mental del hombre ya no puede aceptar dogmas e imposiciones religiosos, y rechaza muchas veces de antemano cualquier conocimiento religioso, desarrollando una tendencia al escepticismo.

Sin embargo, aunque observamos un conflicto entre el pensamiento científico y el religioso, podemos ver que ambos tienen motivaciones similares. La ciencia busca desvelar el papel del ser humano en el universo, mientras que la religión busca respuestas que contemplen el sentido de la existencia humana. Por un lado, la religión anhela la trascendencia, pero está arraigada en dogmas que limitan al ser humano en su comprensión del mundo. Por otro lado, la ciencia emplea el pensamiento racional sin dogmas, pero tiende al escepticismo y en nuestro tiempo ha desarrollado una corriente dominante que elimina los enfoques alternativos.

Hablando de religión

Cuando hablamos de religión podemos investigar inicialmente su etimología. Uno de los significados de la palabra religión proviene del latín, religio, como un conjunto de creencias en algo superior, o adoración y reverencia por lo sagrado. Este significado contempla su carácter dogmático.

Sin embargo, hay un significado más profundo de la palabra religión, que también se origina en latín, religare, cuya traducción más cercana sería la reconexión, unir firmemente, unir al ser humano con su esencia más profunda, con lo divino.

En este sentido, la idea de reconexión supone que el hombre está separado de algo y que existe la posibilidad de reunificación. Podemos decir que las religiones e incluso muchos movimientos filosóficos incitan al ser humano a realizar esta reconexión con lo divino. Esta búsqueda de lo divino generó una sabiduría universal que pretendía responder las preguntas más profundas sobre nuestro origen humano, generando reflexiones sobre los conflictos existenciales y especialmente sobre el propósito de la vida.

En esta búsqueda de lo esencial, de lo divino, de la trascendencia, podemos concluir que muchas religiones, en esencia, han traído a la humanidad el mismo mensaje. Cada religión se expresa de una manera particular, de acuerdo con el lenguaje propio de su tiempo, con el estado de consciencia de la humanidad y con el entorno histórico y geográfico, como un cristal que difunde diferentes facetas de una sola esencia.

Sucede que, después alcanzar la cumbre, muchos de estos movimientos religiosos perdieron su carácter original, a veces por la lucha por el poder, el desacuerdo de las interpretaciones o la desviación de su auténtico objetivo. Persiste una producción cultural e intelectual perpetuada a través de doctrinas que ya no tienen la fuerza de su esencia. Como vasos sin contenido, todo lo que queda son dogmas y fe ciega.

Hablando de ciencia

La ciencia, por otro lado, rompe todos estos dogmas al colocar al hombre ante los hechos empíricos que la comprensión humana puede entender y analizar. De esta manera, la ciencia representa la libertad de un ser humano al no tener que creer en lo que no ha sido comprobado, ni tener que someterse a una autoridad externa, ya sea un maestro, un sacerdote o una institución.Sin embargo, en el curso de su desarrollo la ciencia también ha adquirido características dogmáticas. La comunidad científica ha creado una estructura de poder que tiende a mantener sus paradigmas y, especialmente, reclama el derecho exclusivo de explicar la naturaleza de la realidad. Nos llevan a creer que solo existen aquellas cosas que pueden ser experimentadas por nuestros cinco sentidos (extendidos por la tecnología). Este tipo de escepticismo cierra los ojos al hecho de que en el pasado y en presente existen numerosos testimonios confiables de la existencia de capas más sutiles de la realidad.En nuestro tiempo, las personas tienden a creer lo que dicen los científicos, ya que casi nadie tiene la posibilidad de verificar sus resultados. Sin embargo, al mismo tiempo, podemos observar la rapidez con la que están cambiando las teorías y paradigmas de la ciencia. El filósofo Karl Popper señala que las teorías de la ciencia nunca se prueban, pero pueden ser adulteradas por nuevos experimentos.La ciencia no abarca el conocimiento de la vida práctica e interior de un ser humano, que siempre ha sido el dominio de la filosofía y la religión. Por lo tanto, el pensamiento científico por sí solo es incompleto, no se presta a responder las preguntas existenciales del hombre.

Ambas formas de examinar son necesarias

Por lo tanto, cualquier persona que quiera comprender tales preguntas necesita reconciliar la ciencia y la religión para no aferrarse a los dogmas, tener autonomía interna y utilizar la comprensión racional para buscar algún tipo de realización en el ámbito religioso.Incluso podríamos decir que la ciencia es un aliado de la religión, en la medida en la que indica la existencia de una inteligencia superior como una gran fuerza que diseña el Todo, mostrando la grandeza, la perfección y la organización del cosmos y de la naturaleza. Einstein dijo que “sin Dios, el universo no es explicable satisfactoriamente” y también “la religión del futuro será cósmica y trascenderá a un Dios personal, evitando dogmas y teología”.Dicho esto, podemos ver que es posible reconciliar el pensamiento religioso y científico en la búsqueda de la verdad. Hay una frase muy conocida atribuida a Helena Blavatsky, y más tarde unida al lema de la Teosofía, que exclama: “No hay religión superior a la verdad”. El filósofo ruso Nikolai Berdiaiev también hizo la misma declaración, diciendo: “No hay nada superior a la búsqueda de la verdad y al amor por ella. La única verdad que abarca todo es Dios, y el conocimiento de la verdad es una penetración en la vida divina”.

La búsqueda de la verdad parece estar arraigada en el hombre. Probablemente todas las culturas han asumido que hay un “elemento de verdad” oculto dentro del ser humano. Fue llamado “semilla de mostaza” por los cristianos originales, “flor de loto” por los budistas, Tao por los taoístas o Atman por los hindúes. A la consciencia del hombre racional de hoy, la Escuela Espiritual de la Rosacruz habla del “átomo-chispa del espíritu”.

Debido a su origen divino, este átomo es la verdad en sí misma. Es lo absoluto, lo inmutable y la realidad verdadera. Al reconectarnos con este principio divino que yace en nuestro corazón, podemos encontrar una verdad absoluta e imperecedera dentro de nosotros mismos, como una posesión viva y no como una competencia intelectual. Y al beber de esta sabiduría, el hombre puede realizar una transformación interior, la verdadera religión interior. Esta reconexión permite que el hombre, en autonomía y liberado de las imposiciones externas, sea testigo de la conexión directa y de primera mano con la consciencia divina.Para vivir plenamente en esta nueva realidad, el hombre se convierte en un buscador de la verdad y asume la gran tarea de transformar su consciencia biológica egocéntrica en una nueva consciencia que proviene de la sabiduría divina. Para esto, debe abandonar su imperfección y separación en auto-rendición a la verdad en sí mismo. Este proceso puede ser muy doloroso ya que el apego y el instinto de auto-conservación son las características estructurales del hombre natural.El buscador de la verdad debe someter el pensamiento científico a su intuición interior proveniente de su nueva consciencia, y al mismo tiempo cuestionar todo pensamiento religioso para determinar si proviene de la verdad divina y verificar si está en conformidad con la ciencia divina de todas las cosas.

Fuente: https://www.logon.media/es