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Hermes y la Gnosis Hermética

Los textos del Corpus Hermeticum fueron escritos en Egipto al final del siglo III, o más bien transcritos por autores desconocidos. Estos textos son parte de una obra mucho más amplia atribuida al personaje mítico de Hermes Trismegistos, que habría vivido alrededor de tres mil años antes de Jesucristo. Los griegos le llamaban Trismegistos; los egipcios, Thot, el tres veces grande.

De hecho, esos textos tienen el mismo origen religioso y filosófico que el neoplatonismo, diversos comentarios de la sabiduría de Jesucristo y diferentes enseñanzas del «gnosticismo». Las múltiples relaciones entre los temas y la naturalidad con la que fueron tratados los contenidos muestran, una y otra vez, hasta qué punto la literatura de esa época forma un todo. Cada escrito aborda las grandes preguntas que preocupaban a los buscadores en la época, e intenta darles respuesta.

Los textos conocidos con el título de Corpus Hermeticum fueron reunidos en una obra en la época cultural del imperio bizantino (395 – 1453). Tras mil años de olvido –en Europa Occidental ya no se conocían estos escritos- en 1460 una copia cayó en manos de comerciantes al servicio de Lorenzo de Médicis. Marsilio Ficino, el animador de la recién fundada Academia de Florencia, debió dejar de traducir las obras de Platón para comenzar enseguida las del Corpus Hermeticum en latín, que fue publicado en 1463. Fue reeditado, al menos, veintidós veces en el siglo siguiente, siendo acogido con mucho entusiasmo.

Los libros fueron divididos en diferentes grupos. El Libro I, Poimandres, habla de una revelación de las cosas esenciales hecha a Hermes cuando Poimandres, el Alma-Espíritu, expresión del Espíritu Universal, se le aparece interiormente. Los ocho siguientes libros (del II al IX) se pueden clasificar con el título de Discurso general, son cortos diálogos o textos que transmiten algunos puntos fundamentales de la filosofía hermética. A continuación, el libro X, La Clave, da una breve idea de los textos del Discurso general. Los cuatro siguientes (libros XI a XIV) entran en los aspectos más místicos de la enseñanza de Hermes, El Espíritu habla a Hermes, El Espíritu que lo penetra todo, La conversación secreta en la montaña, y La carta de Hermes a Asclepios sobre la esencia del Todo. El conjunto se termina con los Aforismos. Una Carta de Asclepios al rey Amón, libro XVI, está probablemente compuesta por tres fragmentos de un escrito más largo.

EL DISCURSO GENERAL

«El discurso general», fue añadido en el año 1505 al Corpus Hermeticum, pero es de fecha anterior y nunca se perdió en Europa del Este. Ya en la Antigüedad fue traducido al latín por Lucio Apuleyo (125- 180, Madaura, Numidia, Norte de África). Su escrito más importante es Metamorfosis, muy difundida en la Edad Media con el título El asno de oro. El libro decimoprimero de esa obra contiene una de las mejores descripciones del culto a Isis en el mundo romano.

Agustín de Hipona cita ampliamente a Asclepios en su obra La ciudad de Dios, citas extraídas de la antigua traducción al latín, y en la Edad Media hasta el Renacimiento circulaban muchas copias de este escrito. Desgraciadamente se perdió el original en griego, aunque se encuentran citas de dicha obra en diferentes fuentes antiguas.

IMPORTANCIA DE LOS ESCRITOS HERMÉTICOS EN LA CULTURA EUROPEA

En el mundo de pensamiento filosófico y en los sistemas escolásticos de la Edad Media tardía de Europa, el Corpus Hermeticum cayó como una bomba. Los padres de las iglesias de los primeros siglos post-cristianos, que defendían con largos discursos su propio punto de vista basándose ampliamente en la literatura hermética, estaban convencidos de que Hermes Trismegistos era un sabio de la época de Moisés. También en el Renacimiento se estaba convencido de que el Corpus Hermeticum había influido en el pensamiento judío y griego, porque fragmentos de origen judío y griego aparecieron en textos herméticos.

En consecuencia se deducía que el Corpus Hermeticum sería la sabiduría más antigua de la humanidad. La filosofía hermética fue considerada como la propia tradición de la sabiduría del origen, y fue equiparada a la sabiduría de Egipto, la cual fue nombrada y elogiada en el segundo libro de Moisés, y en el Timaios de Platón. Por esto, la enseñanza de Hermes apoyó a todos aquellos pensadores que intentaban escapar de la mano del verdugo del pensamiento aristotélico –de la escolástica– que amenazaba con asfixiar el libre desarrollo del alma.

Por un lado, las autoridades espirituales de la época leyeron esas obras con diligencia, como el cardenal Patrizzi que se ocupó de que apareciera una edición completa en Ferrara en 1593, declarando muy alto que esperaba ver que esta enseñanza remplazara a la teología aristotélica de Tomas de Aquino en las escuelas y en los monasterios; por otro lado, un hermetista como Giordano Bruno no pudo escapar a una acusación de herejía y murió en la hoguera en 1600.

La enseñanza de Hermes contribuyó a reintroducir el pensamiento mágico en Europa, porque Hermes también fue conocido por otros caminos como la astrología, la alquimia y la magia. Se argumentaba que, como Hermes había sido un personaje histórico, los Padres de la Iglesia le citaban libremente y, sobre todo, se podía probar que estos escritos estaban en concordancia con las principales aserciones de la Iglesia y, por esto, se podría reconocer, sin ninguna duda, la enseñanza hermética como verdad, como autoridad. Las consecuencias son conocidas: los tiempos aún no estaban maduros. Incluso se puede avanzar que la sensibilidad a lo inexplicable de los hombres de los siglos XV y XVI, así como su auténtica receptividad a las doctrinas herméticas liberadoras, fueron más un inconveniente que una ventaja, por lo que enseguida aparecieron reacciones negativas.

Así pudo ocurrir que, en la nueva definición de cristianismo radical durante la Reforma y la Contrarreforma de los siglos XVI y XVII, fuesen quemados seres humanos por su forma de pensar, que dos siglos antes hubiera sido la más alta expresión de devoción y de fe.

A partir del siglo XVII, las concepciones del hermetismo fueron oficialmente relegadas y olvidadas por el público en general. Los racionalistas del Siglo de las Luces, y el rígido protestantismo, ajustaron sus cuentas tratándolas de supersticiones, y, hasta la mitad del último siglo, ningún universitario ha querido comprometerse ocupándose de estos pseudo-neoplatónicos anticristianos.

Pero, no obstante, el hermetismo no ha desaparecido nunca. Con la alquimia, la astrología y la magia, caminos tan desacreditados, Hermes Trismegistos siguió siendo, desde su descubrimiento en el Oeste, en todos los siglos, un punto de referencia en la búsqueda de una filosofía liberadora. Su presencia, en el universo de Jakob Böhme, en las tradiciones de la Rosacruz y de la Francmasonería, fue sacada a la luz por personalidades como H.P. Blavatsky y G.R.S. Mead.

COMO ES ARRIBA ES ABAJO

La Tabla Esmeralda, corazón de la filosofía hermética, contiene la clave de la antigua obra alquímica: «Lo que está abajo es como lo que está arriba». La interpretación podría ser: se exige que lo que está abajo –la naturaleza que sigue sus propios caminos– sea armonizado con lo que está arriba, el Espíritu.

El mundo de la naturaleza y del hombre está desorganizado, ya no es el reflejo de la armonía y de la belleza del Espíritu. Un proceso alquímico hace retroceder la antigua conciencia natural, despertándose completamente una nueva conciencia centrada en el Espíritu. La Tabla Esmeralda describe este proceso: es necesario esforzarse en extraer lo que es sutil de lo que es grosero.

Fuente: Revista Pentagrama, Rosacruz Áurea y La Gnosis Egipcia Original de Jan van Rijckenborgh