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Arte, Ciencia y Religión

Alquimia1«En lo concerniente al arte, nosotros nos concentramos, escribió Jan van Rijckenborgh, en un punto de vista esotérico, científico y religioso, basado en normas que la sociedad ha olvidado. El arte representa el aspecto de la realidad, el aspecto visual de la vida. El arte jamás es algo aislado. Nosotros consideramos el arte como el eslabón de una cadena triple: religión, ciencia y arte son uno. La ciencia es la idea: la idealidad. La religión es la fuerza que se une a la idea y se vuelve vitalidad. El arte realizado en la vida se vuelve realidad. Cada ser humano posee cierta idea, cierta fuerza. Desde este punto de vista se puede considerar que cada uno es un artista. Lo que bajo forma de idea y de fuerza, vive en él de forma abstracta, se exterioriza en su arte. El arte es el aspecto concreto de lo abstracto. […] El buscador aplicado sabe que si trabaja en su cuerpo celeste integra un campo de vida nuevo, un mundo en el que religión, ciencia y arte son uno».

(J. van Rijckenborgh, Pentagrama 2005, n° 1, p. 32)

En ese sentido, el arte constituye el desarrollo y la tarea de formación más elevada. El conocimiento y la energía universales mueven a los seres humanos que buscan manifestar en ellos mismos, concretamente y con toda libertad, el ser humano divino auténtico en su realidad. Sin embargo es evidente que la idea que predomina en el arte actual no participa ya del conocimiento de esta triple unidad: ciencia (comprensión), religión (fuerza, energía) y arte (realización); ella se ha desatado y liberado.

El unilateralismo creciente, el empobrecimiento que de ello resulta son claramente perceptibles a través de las numerosas facetas del arte moderno.

Esencialmente, el vacío ilustra la ausencia de dimensión espiritual. J. van Rijckenborgh escribió también: «Reconozcamos con sinceridad que nos hemos vuelto personas superficiales. Nuestra cultura occidental sigue una línea horizontal. No conoce las inmensas alturas de la radiante realidad y carece de la profundidad de una vida interior. […] Los seres humanos buscan y buscan, pero se entregan sin condiciones a esta civilización, a esta cultura, y esto es algo estéril.(El Testimonio de la Fraternidad Rosacruz)

Pero es cierto que religión, arte y ciencia son factores culturales que no hacen más dichosos al ser humano. […]Usted puede muy bien cultivar la vida, subir en espiral de mil y una maneras, no obstante, esta cultura no puede liberarle. El cultivo de su vida le ocupa quizás incluso febrilmente. Usted es instruido y usted instruye a su vez, pero no se puede hablar de un reino celeste, acerca del cual especula toda la cultura metafísica».

(J. van Rijckenborgh, La Nueva Señal, página 133)

Si arte, ciencia y religión forman una unidad, la realización de esos tres impulsos de luz liberadora da nacimiento al arte verdadero: el impulso ideal, el conocimiento universal; el impulso vital, la energía universal; el impulso realizador, el arte universal. El artista, de hecho cada ser humano que parte de esos tres impulsos y así da testimonio del Reino de la Luz, aunque solo sea por la forma, el color o el sonido, manifiesta en el mundo algo de la vida original, crea así un puente.

Cuando, no obstante, el arte se desata de su triple unidad con la ciencia y la religión, se emancipa y se vuelve autónomo, pierde el brillo de lo real y se convierte en un método de cultura sin aspecto liberador. No obstante, este método de cultura es inútil, tiene un efecto demoledor. A través del arte, de la ciencia y de la religión natural, y de todas sus combinaciones, la humanidad es impulsada de una crisis a otra. Esto agudiza la conciencia del ser humano hasta que, llegado a la cumbre de la evolución de su conciencia, experimenta e identifica con una certeza inquebrantable los límites del método de la cultura fundado en el cultivo del yo.

De la unión del Sol y de la Luna nace el Mercurio de los filósofos. El arte alquímico lo representa con una joven cuyos pies reposan sobre el Sol y la Luna; y sobre su cabeza coronada se ve elevarse un pájaro azul, símbolo de una nueva conciencia. En una mano, tiene una copa con serpientes, en la otra una Luna creciente. Es la expresión de la sabiduría: las fuerzas lunares o astrales son dominadas.

CADA SER HUMANO ES UN ARTISTA En este contexto, consideremos un instante uno de los artistas más influyentes del último siglo, a saber, Joseph Beuys (1921-1986), pintor, escultor y artista conceptual. Bajo una de sus fotos que le representa caminando, con aspecto cuidado, serio y determinado, afirma: «Nosotros somos la revolución». Él conocía la Tabla Esmeralda y el Corpus Hermeticum atribuidos a Hermes Trismegisto, el maestro triple según el espíritu, el alma y el cuerpo, que expresa: «La ciencia y el arte verdaderos provienen de la religión verdadera». Gracias a esta comprensión, Joseph Beuys hizo esta declaración tan conocida, pero a menudo mal comprendida:

«Todo ser humano es un artista». Así, él llegó a la misma conclusión que Jan van Rijckenborgh.

Nosotros creamos constantemente por nuestros pensamientos, sentimientos y voluntad nuestra propia escultura.

La cuestión es saber qué punto de vista, qué relación, qué criterios y qué motivación nos impulsan a hacerlo. Cuando contemplamos el conjunto de lo que el arte, en sus diversos grados, significa en tanto que verdad y realidad divinas, entonces el arte es no-revelado e inefable. Además, el arte en su creación manifestada es un bien de naturaleza divina, o un bien de la naturaleza inferior propia de nuestro mundo en el que los polos positivo y negativo se oponen, donde toda formación y todo desarrollo se desintegran y se disuelven. En lo que nos concierne, el arte más elevado consiste en la re-creación del ser humano en tanto que microcosmos a imagen de Dios, según el plan original. En ese sentido, el arte es el aspecto formador más elevado, libre de toda pertenencia temporal.

Tradicionalmente existieron artistas cuyas obras construyeron un puente entre este mundo dialéctico y el Reino celeste, revelando la dimensión espiritual en el trasfondo de los fenómenos de este mundo. Sin embargo, en el dominio del arte, un discernimiento agudo es necesario para no perderse en exaltaciones místicas o en el fanatismo. Por consiguiente, la cuestión fundamental a plantear es: ¿qué es exactamente la cultura? La cultura es el mundo del ser humano de esta naturaleza, mundo que él crea por sus sentimientos, su experiencia, su voluntad, sus actos, su pensamiento y sus conocimientos. Lo hace a la vez como individuo y como ser social. Esta cultura y sus resultados son ilusorios, es llamada Maya. El Velo de Isis da testimonio de que la verdad está oculta y el célebre relato de la gruta de Platón describe el mundo visible como un mundo de sombras, no como una realidad independiente.

Pentagrama nº 1 2014